Como toda buena historia este producto deja al descubierto un extenso recorrido que comienza de Arabia hasta llegar a la bella Italia antes de adquirir el vocablo por el cual lo distinguimos en el idioma español: café.
Este producto nace de un árbol llamado cafeto. Y como las mejores viñas que producen el mejor vino tan solo en condiciones únicas, esta planta solo se produce en determinadas regiones situadas en climas subtropicales y en terrenos entre 600 y 1700 metros de altitud con clima caluroso y húmedo.
La semilla de este árbol se conoce como café, los cuales, tostados o molidos, son usados principalmente para preparar y tomar como infusión. El consumo de café se inició en Etiopía, donde se preparaban infusiones con sus hojas y frutos, mientras que los granos de café eran mascados. Curiosamente, en la actualidad los siguen mascando en territorios de África.
Los pueblos de religión y cultura musulmana jugaron un papel muy importante en la difusión del consumo del café y su cultivo fue muy importante, particularmente los árabes. La dispersión del café a Arabia ocurrió entre el siglo VIII y el siglo XIII y fueron los árabes quienes, hacia el siglo XV, lo consumieron primero.
Con la llegada de la Revolución Industrial, y en especial en el siglo XIX, se generaron los mayores avances en el procesamiento del café debido al auge de métodos mecánicos de tueste, molienda y preparación.
A principios del siglo XX se desarrollaron también métodos de conservación y empaque que permitieron desarrollar la expansión de su consumo a lo largo del siglo XX.
Recientemente, y gracias al desarrollo en tiendas de café, el consumo de este producto retomó uno de sus más importantes atributos, el de ser una bebida social, posicionándola entre los consumidores de las nuevas generaciones.